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Me siento como abriendo algo más íntimo que la puerta de mi casa. Pero disfruten del patio y de todas sus dependencias. ¿O acaso no es así?


lunes, 24 de marzo de 2008

La memoria y la Felicidad

A las víctimas de la Dictadura de 1976. A Manuel.

24 de marzo de 2008

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" Esta es la felicidad! Vos tenés que saber cómo decirlo! ", me implorabas -ahora lo sé - tomándome los brazos y muy cerca de la cara. Te juzgué ebrio, pero tenías razón y no supe escribirlo, juzgué como cualquiera en una trasnoche de verano. Nunca supe ver más allá. Vos sí. Y lo sabías. Sabías que no llegarías a viejo a pesar de mis anhelos. Siempre supiste y me dejaste negarlo. Por ello era que había que palpitar más fuerte, vibrar, esa es la palabra, había que hacer pronto y todo.

Eras tan débil, mi gigante. Te buscaba la muerte y te encontró. Sediento. Esa es la palabra. Te encontró sediento y vacío o vaciado, que para el caso es lo mismo. Te habitó fácilmente y no es una anécdota sin importancia, como no lo es esta ¿ceremonia? de decirte. Necesito hablarte y tocarte. O despedirte de verdad. Te lo dije. Te dije "no te pierdas". Y lo hiciste. Y nos dejaste. Sin despedirte, sin que saliéramos del estupor.

Llorar a moco tendido. Eso es lo que hacemos y hemos aprendido. Y es el rito que repito. Tenemos un hueco que llenar o cobijar. Y no nos decidimos, quizás porque tenemos la certeza de que no se llena, pero lo intentamos. No creas que no. Lo peor es que aún no podemos nombrarte despojados del llanto y nos asiste el egoísmo de no espantarte, para que te quedes. Para que estés. Sí, para que estés. ¿Cómo te lo digo? ¡Te extraño tanto! Aún las cosas están teñidas de vos. Los sueños, sí, los sueños. Aún creo que aparecerás nuevamente un día como si nada o me asiste la inconsciencia de creer en milagros y que algún día cuando vuelva a leer esta carta me la hayas contestado. Sin datos personales, sin remitente, un puente, nada más que un puente que me permita decirte, que me permita saberte. ¿Es demasiado pedir?

Tal vez debiera empezar por creer. Pero es inútil, no creo en los milagros aunque fervientemente los deseo. Estas son las cosas que nos pone en la disyuntiva de creer en la ficción o en la resolución de la fe.

PD: Un ateo no se pierde en estas dimensiones, ¿o sí?