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Me siento como abriendo algo más íntimo que la puerta de mi casa. Pero disfruten del patio y de todas sus dependencias. ¿O acaso no es así?


miércoles, 3 de octubre de 2007

Puesta en escena

Como salidos de una estampita francesa, ella y él atravesaban la calle de tierra rumbo a la iglesia.
Del otro lado, por la vereda norte, la mujer apuntaba la copa de una mora gigantesca. En el mismo instante en que el coche dejaba una estela de humo y un dejo de matraca en el aire, sonaba el disparo.
Lo sé. Las hojas en un revuelo violento caían y las gallinas alzaban las plumas en clara estampida o retirada.
Entonces ella giraba su cabeza de sombrero de tules atados al cuello. Por detrás, él permanecía atento a esquivar los pozos.
Nunca había visto un hombre con moñito, ni a una mujer de manos regordetas sosteniendo una escopeta. Y nunca volví a ver una comadreja muerta.

2 comentarios:

Caro dijo...

los tules de la muñeca se incendian apenas llegan. es la cualidad de aquella tierra susceptible de intrusos y eruditos. prefieren la autodestrucción.

josé lopez romero dijo...

Me gustó, extraño y sorpresivo cuento.